Juan Ignacio Serrano Vela.Doctor en Biología. Asociación de Celíacos y Sensibles al Gluten – Comunidad de Madrid
La enfermedad celíaca es una patología crónica causada por el consumo de alimentos que contienen gluten, proteína que se encuentra en el grano de 4 cereales: trigo, cebada, centeno y avena, así como en variedades antiguas (espelta y kamut) o híbridas (triticale y trithordeum) de estos cereales.
Esta enfermedad, para la cual existe una predisposición genética, tiene base inmunológica, de forma que fragmentos de gluten que no pueden ser degradados por las enzimas digestivas humanas desencadenan una reacción inflamatoria en el intestino que puede causar daños tanto en el aparato digestivo como en otras zonas del organismo, como la piel o las articulaciones, y afectar a diversas funciones relacionadas con el sistema nervioso, el sistema endocrino o el aparato reproductor, entre otras.
Por el momento, la enfermedad celíaca no tiene cura, por lo que es necesario que las personas afectadas dejen de consumir gluten para recuperarse y prevenir complicaciones futuras. La dieta sin gluten es, por tanto, el único tratamiento efectivo para esta enfermedad, y debe mantenerse de por vida.
Sin embargo, la dificultad para identificar los productos sin gluten, la cantidad de gluten residual permitido en dichos productos (hasta 20 miligramos por kilo según la legislación vigente), el riesgo de contaminación cruzada en los establecimientos de hostelería y el elevado coste de los productos especiales sin gluten (harina, pan, galletas, cereales, pasta, etc.) suponen una limitación importante y un riesgo para las personas celíacas.
Por este motivo, son muchas las investigaciones encaminadas a buscar nuevos tratamientos que, o bien complementen a la dieta sin gluten o bien la reemplacen. En el primer caso, el tratamiento ayudaría a prevenir los riesgos derivados de la ingesta accidental de gluten. El segundo, mucho más ambicioso, permitiría volver a consumir gluten con total libertad.
Las diferentes estrategias se pueden clasificar en los siguientes apartados:
Empleo de materias primas sin gluten
Existen cereales sin gluten (maíz, arroz, mijo, sorgo, teff) y pseudocereales (trigo sarraceno, amaranto, quinoa) de los cuales se puede extraer harina. El problema es que dichas harinas carecen de propiedades panificables, por lo que es difícil obtener la mayoría de los productos de panadería, bollería y repostería que habitualmente se elaboran con harina de trigo.
También se pueden emplear como materia prima cereales con gluten cuya toxicidad es muy reducida. Por ejemplo, se investigan algunas variedades de avena cuyo contenido en gluten podría ser tolerado por los celíacos. Y recientemente se ha obtenido mediante ingeniería genética una variedad de trigo en la que han sido suprimidas las fracciones más tóxicas del gluten. En breve se va a realizar un ensayo clínico con pacientes para evaluar la toxicidad de los panes elaborados con sus harinas.
Eliminación de la toxicidad de los alimentos con gluten
Otra opción es emplear cereales con gluten como materia prima y someter las harinas o las masas a un tratamiento que destruya la toxicidad del gluten. En este sentido, se pueden incubar las masas con microorganismos que degradan gluten (por ejemplo, bacterias del género Lactobacillus) o bien añadir proteasas que destruyen el gluten y que existen de forma natural en microorganismos e incluso en cereales con gluten que se encuentran en proceso de germinación. El problema es, nuevamente, que a medida que desaparece el gluten se pierden también las propiedades panificables.
Terapia oral con enzimas
En este momento hay dos compañías que están desarrollando terapias basadas en pastillas que contienen proteasas capaces de degradar gluten. Una de ellas, denominada AN-PEP, contiene una proteasa del hongo Aspergillus niger. La otra, ALV003, es una mezcla de dos proteasas, una obtenida de la cebada en germinación y otra de la bacteria Sphingomonas capsulata. Ambas se postulan como complemento de la dieta sin gluten y tendrían la misión de prevenir problemas derivados del consumo accidental de gluten, especialmente cuando se come fuera de casa.
Bloqueo del proceso patogénico
La principal línea de investigación en este sentido se basa en un medicamento experimental denominado AT-1001 que impide que aumente la permeabilidad intestinal. Así se evita que los fragmentos tóxicos del gluten que llegan al intestino entren en contacto con las células del sistema inmune, situadas bajo la pared intestinal, de forma que se previene la reacción inflamatoria derivada de ese contacto.
Inducción de tolerancia inmunológica
Otra posibilidad es “educar” al sistema inmune para que no se active cuando detecta los fragmentos de gluten que resultan tóxicos para las personas celíacas. Se trata de inducir tolerancia o desensibilizar como se hace en el caso de las alergias. Hace unos años se ensayó una terapia consistente en infectar al paciente con un parásito, el gusano Necator americanus, pues existían evidencias de que la infección con parásitos atenúa el tipo de reacción inflamatoria que se observa en las enfermedades autoinmunes, pudiendo ejercer un efecto similar en la enfermedad celíaca. El resultado no fue el que se esperaba.
Más recientemente se ha empezado a investigar una “vacuna” consistente en una mezcla de 3 fragmentos tóxicos de gluten que se inyectarían por vía intradérmica de manera periódica para lograr que el sistema inmune tolere el gluten cuando es ingerido. Por ahora los resultados tampoco han sido satisfactorios, pero se sigue trabajando en el tema.
En definitiva, por el momento no hay ningún tratamiento alternativo a la dieta sin gluten, a pesar de la intensa investigación que se lleva a cabo en este sentido. Hay que tener en cuenta que la dieta sin gluten, bien llevada, es plenamente eficaz y no tiene efectos secundarios, por lo que es difícil encontrar alternativas terapéuticas que la mejoren.
Fuente: www.estusanidad.com