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COMPRENDIENDO LAS RABIETAS DE LOS NIÑOS CON TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA

espectro autista

Los niños desde que nacen, empiezan a aprender, todo lo que les rodea es nuevo, y su cerebro se comporta como un pequeño ordenador que lo registra todo. El aprendizaje de los niños pequeños se basa en el esquema Acción-Reacción o Estímulo-Respuesta, es decir, aprenden la asociación entre una conducta y lo que viene detrás, por ejemplo, si antes de comer siempre se le pone el babero, en cuanto al niño se ponga el babero sabrá que va a comer. Por eso son tan importantes las rutinas y los hábitos en los primeros contactos con la nueva realidad. Los niños asocian sus acciones con las reacciones que provocan en el entorno, por ejemplo, un niño muy pequeño puede relacionar que cada vez que llora, alguien le coge en brazos, y por tanto, cada vez que quiera que le cojan, llorará. Los niños pueden poner a prueba el medio que les rodea, por eso es muy importante que los adultos nos mantengamos por encima de las rabietas, y siempre al margen de ellas. Ellos aprenden de nuestras reacciones, si les chillamos ellos chillarán. Un exceso de normas y prohibiciones puede aumentar la ansiedad del niño, la incomprensión del entorno y hacer que no acepte ninguna de ellas. Por el contrario, la falta de normas hace que, al no conocer los límites, no sea capaz de desarrollar las conductas adecuadas.

En el caso de los niños con Trastorno del Espectro Autista, igual que en otros trastornos del neurodesarrollo, además de los aspectos básicos de la conducta, es imprescindible tener en cuenta otros factores que explican, en parte, estos problemas, y que por tanto, pueden darnos pistas sobre el tipo de estrategias que hay que desarrollar para reducirlos. En el caso de los niños con TEA, los problemas de conducta se asocian a un intento de reajuste, de regulación, de búsqueda de control del entorno, son conductas reguladoras de efectos no deseables, y la mayoría de ellas son consecuencia de una falta de habilidades para un control apropiado del entorno físico y social.

Por tanto, estos problemas en los niños con TEA son debidos, en parte al marcado déficit en la comunicación, si un niño no comprende qué es lo que se le está pidiendo, lo que tiene que hacer, lo que se espera de él, y no cuenta con estrategias comunicativas apropiadas para expresar sus deseos, necesidades o preocupaciones, es lógico que se muestre constantemente enfadado y que muestre rabietas. Por eso es normal que los problemas de conducta, especialmente las agresiones y autolesiones aparezcan con más frecuencia durante los primeros años de vida, antes de contar con un diagnóstico, y que estos problemas se reduzcan cuando los niños empiezan a recibir intervención en lenguaje y comunicación.

Otro de los rasgos característicos del perfil neuropsicológico de los niños con TEA que se asocia con estos problemas de conducta es la tendencia al pensamiento inflexible, rígido, el apego a rutinas y las conductas ritualizadas. Dada la falta de comprensión del entorno y la escasa interpretación de las pistas sociales, los niños con TEA crean sus propios esquemas mentales sobre las situaciones y hacen asociaciones entre unos estímulos y otros, con el fin de intentar encontrar cierta estructura en un entorno que para ellos es totalmente desestructurado. Cuando el desarrollo de una situación, no se ajusta a sus esquemas mentales, o dos estímulos que él ha asociado no aparecen juntos, pueden aparecer conductas disruptivas como expresión de su incomprensión y frustración, y de la ansiedad que éstas le provocan.

Además, el hecho de que los niños con TEA procesen mejor los estímulos visuales, y que nuestra sociedad sea eminentemente verbal, tampoco les facilita las cosas. Los niños con TEA comprenden mejor el entorno si se les facilitan apoyos visuales. Aunque algunos de ellos sean capaces de comprender instrucciones verbales, de seguir y comprender una historia narrada o de mantener una conversación, incluso estos niños se ven beneficiados estos apoyos.

Otra de los características de los niños con TEA que favorecen la aparición de problemas conductuales, son las alteraciones en el procesamiento sensorial. Cuando el cerebro de un niño con TEA recibe determinados estímulos del entorno, puede no procesarlos e interpretarlos correctamente, y por tanto, su respuesta puede no ser adaptativa ni funcional. Si somos capaces de ponernos en la piel de los niños con hipersensibilidad auditiva, por ejemplo, nos resultará fácil comprender porque son incapaces de seguir las explicaciones de la profesora en el aula. Estos niños perciben todos y cada uno de los sonidos del entorno, por mínimos que sean, y no son capaces de ignorarlos. Además los sonidos fuertes le resultan prácticamente como una agresión, por lo que situaciones en las que otros niños disfrutan, pueden suponer un verdadero caos para ellos (patio del colegio, la feria o una fiesta de cumpleaños). Esto unido a la falta de habilidades para enfrentarse y resolver las situaciones, suele provocar la aparición de conductas disruptivas.conducta 2

Los problemas de conducta no sólo son comunes, sino que ponen al niño con TEA en riesgo de otros problemas, especialmente de adaptación social y una mayor probabilidad de tratamiento farmacológico. Además, los problemas de conducta, si no se interviene sobre ellos, suelen ser persistentes, aumentan el estrés de los cuidadores, y a medida que aumenta la edad de los niños suelen agravarse.

Dado que los problemas de conducta en los niños con TEA responden a múltiples dificultades, siempre es recomendable un abordaje multidisciplinar con el objetivo no directamente de reducir las conductas disruptivas, sino de facilitarles el desarrollo de conductas alternativas funcionales y adaptadas al entorno.